La más reciente obra de Gonzalo, dedicada a los perezosos, captura la ternura y la confianza emocional que emanan de estos fascinantes mamíferos. Los perezosos, que pasan el 90 % de sus vidas colgados de los árboles, son conocidos por su capacidad de permanecer boca abajo durante largos periodos sin que esto afecte su respiración. Son animales folívoros, alimentándose principalmente de hojas, lo que explica su ritmo de vida pausado y su bajo gasto energético.
Su lentitud, más que un defecto, es una virtud de supervivencia en la naturaleza. Según Gonzalo: «La paciencia es su gran virtud.» Los perezosos suelen permanecer inmóviles durante horas y duermen hasta 15 horas al día. Además, su pelaje alberga un microcosmos de vida, con microbios, bacterias, insectos, hongos y algas, lo que les proporciona un camuflaje natural, haciéndolos casi invisibles a sus depredadores.
Esta obra no solo es un deleite estético, sino también una reflexión profunda sobre la conservación de esta hermosa especie, endémica de la región Neotropical, que habita desde la península de Yucatán en Centroamérica hasta Brasil. Los perezosos enfrentan graves amenazas, como la fragmentación de su hábitat, los atropellos en carreteras y el tráfico ilegal de animales.
Para Gonzalo, el color en su obra es fundamental: «El uso del color proviene de la fortaleza de mi instinto y de mi compromiso con los árboles, los bosques y las especies en peligro de extinción.» A su vez, resalta la importancia del trabajo en equipo para revertir estas amenazas.
«Enseñar a los niños a ser pacientes como los perezosos en un mundo donde todo se exige de inmediato es una oportunidad educativa invaluable», señala Gonzalo. «La paciencia es constancia, es perseverancia. Nos enseña que algunos procesos requieren tiempo y que es fundamental aprender a esperar sin frustrarse.»
Educar desde las emociones es, sin lugar a dudas, el camino correcto para la conciencia ambiental.