Esta obra nace en el interior de un bosque, al sur de la Patagonia argentina. El artista, inmerso en una introspección constante, encuentra en la montaña un refugio para estar a solas, hacer una pausa y recomenzar. Desde este espacio de conexión con la naturaleza, surge una obra que invita a reflexionar profundamente sobre nuestra humanidad y nuestro vínculo con el entorno.
Gonzalo expresa: “Al mimetizarme con el silencio de las montañas, al caminar entre los árboles, puedo sentir la creatividad de lo que aún falta comunicar.”
Inspirado en los gorilas, CONGO retrata más que un animal: es un símbolo de contemplación, fuerza y conexión con lo esencial. Los gorilas, pacíficos y tímidos por naturaleza, viven en grupos llamados “tropas”, liderados por un macho dominante. Aunque creativos, activos y reservados, también son protectores y, al sentirse amenazados, pueden exhibir una agresividad que nace de la defensa de lo que les importa.
En palabras del artista:
“CONGO interpela al ser humano que no se conoce, que no quiere cambiar, que no es fiel a sus principios y se miente a sí mismo; que se vanagloria en lo efímero y en una realidad de competencia.”
Gonzalo observa con preocupación:
“Las sociedades están cada vez más ausentes del plano emocional. Se está naturalizando la carencia de afecto, el individualismo crece, y el respeto por la Naturaleza y el prójimo es cada vez más escaso. La conservación ambiental parece ser un compromiso de pocos, y cuesta ver buenos ejemplos. Por eso creo que necesitamos abrir caminos: la educación debe transformarse profundamente, debe haber más compañerismo y solidaridad en las instituciones educativas. Si no soltamos nuestras malas formas, seguiremos sin despertar…
Nosotros dos preferimos ser optimistas…”
Sin embargo, CONGO no se queda en la crítica; su mirada es optimista. La obra es un puente hacia el cambio, hacia un llamado a la acción desde la empatía y la conexión humana. La mirada de CONGO es la de una fuerza tranquila, una invitación a detenernos, mirarnos hacia adentro y encontrar en la introspección la chispa para construir un futuro más humano y solidario.
En su gesto, CONGO nos enseña a no perder la esperanza: a creer en que aún hay caminos por abrir, en que la creatividad puede ser un motor de cambio y en que cada pequeño acto de respeto hacia la Naturaleza y el prójimo es un paso hacia una convivencia más armónica. CONGO nos invita a volver a lo esencial: la conexión, el respeto y la capacidad de hacer puentes.